Biffy Clyro - Biblical


Hoy se celebra el Día del Trabajador. Y no sé si dar las felicidades o el pésame a ese ser tan cotidiano que amanece tan temprano para sentirse culpable de la situación que tiene, en el 95% de lo casos la no deseada.

El trabajador ha desarrollado en los últimos tiempos unas tragaderas de tamaño familiar, un ansia continua por mejorar su Currículum o Carta de Presentación para culminarlo con una guinda, y otra guinda, y con el tiempo otra guinda pero de otro color. Ha visto como lo que compra a duplicado su precio, que no su valor, con la maravillosa idea del Euro (desde aquí, un fuerte aplauso) mientras que lo que ingresa no solo no ha crecido sino que, en el mejor de los casos, anda congelado. Y lo peor de todo, es que en casi la totalidad de los trabajos que desarrolla este curioso ser no le dejan hacer las cosas a su manera (o está mal visto), innovar, mejorar, evolucionar... porque las maneras son las que son y las que se pueden medir, y el trabajador no es nadie para tomar decisiones, o eso dicen.

En la clase trabajadora es verdad que hay mucho sin vergüenza, mucho torpe y mucho vago, que por supuesto tiene parte de culpa de esta travesía por el desierto que nos estamos enchufando. Puede que en cantidad haya igual que en las altas esferas, en las que se decide y se ejecuta el poder, pero en proporción no consiento la comparativa. Hay unos pocos trabajadores que son unos sin vergüenzas, pero muchos de los de arriba no están donde deberían estar, porque tienen menos vergüenza que los anteriores y porque les falta perspectiva, cultura general, empatía y, sobre todo, ética. Y como su grupo es más pequeño que el nuestro, los malos se ven más y la proporción crece.

Hoy es el Día del Trabajador. A aguantar y a tirar p'alante.


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