Slipknot - (Sic)


Rozando las 3 a.m. de la madrugada, camino de otro domingo perfecto. El sillón es malo de cojones pero es buena gente. Adosada, Laurita duerme en el interior de su madre, adaptadas mejor de lo esperado a la cama supletoria que hoy se ha puesto guapa para regalarnos la fiebre del sábado noche, todo sea por saludar a nuestro amigo Tony Soprano en HD y con su voz envolvente. Un poco de quinina mezclada con vodka, luz tenue y en el subconsciente una maratón de cinco metas llamada "entresemana", que felizmente llegó a su fin con tantas buenas noticias como nuevas gestiones para la maratón que la sucederá, a lo más tardar, dentro de 27 horas mal pinchadas.

Este es el rato que me ha quedado para plantarme aquí, ponerme el calefactor con forma de portátil en las ingles, enchufarme los cascos en las orejillas y empezar a destilar clásicos de ayer y recetas para mañana, a un volumen considerable y empezar a trazar líneas de grosor elegante y profundidad sangrante, unas para este papel mío y otras cuantas para mis chicas de Próximo Escenario, y pararme ante mí mismo y agradecer que hoy en Sevilla corre un aire fresco que me da pilas como para hacer cosquillas en la espalda que tengo a una cuarta durante horas, y para relamerme de lo bien que está saliendo todo aunque todavía no haya salido nada.

La lista de reproducción sigue adelante y esta obra de arte apocalíptica, este trallazo musical empieza a mezclarse con la cara de Bretón, con el careto de Rajoy y sus secuaces (PacoLu, te dejo que los mates tú con tu palabra, no me dejes ese trabajito a medias), con el (desam)paro, con las barbas que crecen como símbolo de protesta y con todo aquello que se sigue abriendo paso a través de nuestras tragaderas. Y es aquí y ahora cuando, lejos de desear tener un Soprano en mi vida o un Dexter en el bolsillo, hago algo que nadie creería. Rezo. Y rezo a esta música del demonio que tanto me gusta que siga sonando. Y le rezo a ese Paul Gray que en algún rincón del averno andará fumándose algo, que lo aparque, que se ponga su mono de trabajo, eche a sudar como un becerro y se acople su máscara, mezcla de Hannibal Lecter y satán sabrá que otras criaturas y se de una vuelta por el barrio que dejó, y se dedique a que Bretón, Rajoy, Bárcenas, y mil nombres más se hagan (literalmente) mierda en sus pantalones. Qué descanséis (todos menos mil).


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