Avenged Sevenfold - Second Heartbeat

 
Y en mitad de la noche, en la tierra de las temperaturas desaforadas, me descubro en gayumbos cantándole al mundo algo que el mundo no conoce, pura poesía en prosa adaptada a una partitura en la que se mezclan las 6 cuerdas con el doble bombo, éste potenciado por un contrabajo disfrazado de llamas y sobreponiéndose a ese infierno, mi voz. Melódica y ronca. Subiendo y bajando por un terreno rompepiernas como si nada fuese con ella, la cantidad de aire en mis pulmones no es un problema y el muro que delimita el recinto con el mundo exterior y que se haya a kilómetros de mi lengua, se me queda corto porque mis alaridos llegan hasta él derritiendo tímpanos por el camino.
 
El público, decenas de miles de cabezas, entregado. En el escenario, aquellos con los que siempre había querido compartir tablas. Me siento confiado y en forma. Y sonando, para cerrar el show, esta bomba dedicada a quién se la quiera llevar puesta, sin probarsela y sin posibilidad de cambios y/o devoluciones.

Minutos después, un sonido gutural me baja del escenario a la cruda realidad. Sólo ha sido un sueño húmedo en la sequedad de la campiña. Amanezco en el mejor hotel que muchos de vos jamás pisareis y me dispongo a valorar mis no sueños, saborear las pociones más frías de la tierra media y conquistar al pequeño rubio dueño y señor de mis comidas y mis sobremesas. A sus pies. 
 
Y a estas horas, dejando mi sueño en la alcoba con la sana intención de retomarlo, comparto mientras oscuridad y noches de boda con la guitarra del olmo mayor, ese que da sombra al optimista y varetazos al que divaga con los niveles de avinagramiento elevados. Profeta antiprofetas.
 

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