Sigue rodando la bola de nieve que un día tiramos desde lo alto del pico más alto que pudimos alcanzar, desde el cual no divisábamos el horizonte y a estas alturas empiezo a vislumbrar que la cuesta abajo es más corta de lo que me conviene, por mucho que la estire, y que se está dejando ver una cuesta arriba que veremos a ver si somos capaces de subir, y si la subimos, a ver quién es el guapo que nos asegura que al coronarla no habrá un precipicio adornado cual tobogán de Aquapark con piscina de bolas (chinas) esperándonos.
Y es que mientras aquí cada uno tira de su carro con sus obstáculos, sus peajes y sus paradas obligatorias (y sobre todo, sin poder quejarse) vaticino un futuro próximo que no me gusta un pelo. Día tras día salen a la luz cifras, estadísticas, peticiones de rescate a quien ya está rescatado, pseudocorralitos y demás muestras esporádicas de indignación que hacen que hasta el más conservador empiece a hartarse. Y es que en este bar, en el que el cliente pide las cervezas espumosas y fresquitas, están sirviendo birras chochas y sin fuerza, a la vez que nos exigen que nos las bebamos y brindemos por ellas. Aquí el que manda no se entera y el que entiende no grita, y va a llegar el día en el que los peces pequeños entierren sus euros en el fondo del mar y el dueño y señor de la tierra media, se va a quedar sin tonterías que decir.
A ese y a sus secuaces sólo le digo, a modo de aviso, como pez pequeño que soy, que...
A ese y a sus secuaces sólo le digo, a modo de aviso, como pez pequeño que soy, que...
...WE ARE THE OCEAN!!
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