Él es.
La gran puta que amamanta esta mentira llamada bienestar. El que mercadea con nuestras horas de vida, el que pone precio a mi frío, a la sed de los míos, a la sombra que deja mi coche 20' en una calle o a un papel por el que pago para evitar que sin él deba pagar aún más.
El que por pagarme me cobra, por guardarme me cobra, por cobrarme me cobra y si huyo se queda lo mío. El que decide que si muero joven soy una pena y si caigo viejo un alivio, el que sin escrúpulos me pone precio y sin remordimientos me sustituye por unas cuantas monedas de oro barato, volátil e inculto.
Él es, el perro de mil cabezas que anudado a tus manos te despierta a una hora, te aburre las otras, te entretiene media y acaba contigo cuando olvidándote de quien te hiere acaba por recordarte que vas tarde para cualquier cosa que te haga sentir vivo pues la cosa es correr y esquivar para no morir en el intento.
Él es, al que encima debemos estar agradecidos ya que no sólo se puede estar peor, sino que se puede no estar y que ni siquiera te echen en falta, sientan alivio o incluso se celebre tu ausencia. La paciencia no es la madre de las ciencias, en todo caso lo sería la presencia, la experiencia, la decencia o por encima de ellas la querencia.
La gran puta que amamanta esta mentira llamada bienestar. El que mercadea con nuestras horas de vida, el que pone precio a mi frío, a la sed de los míos, a la sombra que deja mi coche 20' en una calle o a un papel por el que pago para evitar que sin él deba pagar aún más.
El que por pagarme me cobra, por guardarme me cobra, por cobrarme me cobra y si huyo se queda lo mío. El que decide que si muero joven soy una pena y si caigo viejo un alivio, el que sin escrúpulos me pone precio y sin remordimientos me sustituye por unas cuantas monedas de oro barato, volátil e inculto.
Él es, el perro de mil cabezas que anudado a tus manos te despierta a una hora, te aburre las otras, te entretiene media y acaba contigo cuando olvidándote de quien te hiere acaba por recordarte que vas tarde para cualquier cosa que te haga sentir vivo pues la cosa es correr y esquivar para no morir en el intento.
Él es, al que encima debemos estar agradecidos ya que no sólo se puede estar peor, sino que se puede no estar y que ni siquiera te echen en falta, sientan alivio o incluso se celebre tu ausencia. La paciencia no es la madre de las ciencias, en todo caso lo sería la presencia, la experiencia, la decencia o por encima de ellas la querencia.
Salud, Fuerza y Vigor.
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