Mägo de Oz - Xanandra



El tapete este que nos ha caído bajo los pies tiene sus cosas. Bellos parajes y rincones donde se amontona la mierda, el uno por el otro y mañana por mí. Es un hábitat más que decente sobre todo teniendo en cuenta lo que soporta, reyes sin corona, sotas de basto y caballeros sin caballo que defienden a los peones usando a estos como arietes.

El otro día en una reunión con lo más curtido en batallas de la comarca, a los pies de un iluminado que me sentará en su diván la semana que viene para escarbar en este cerebro optimista, se llegaba a la conclusión de que a este mundo no lo mueve ni el dinero, ni el sexo, ni el poder, que al fin y al cabo si no son lo mismo sin duda se retroalimentan. Exponía el tipo en cuestión que este mundo se mueve por el interés y por el miedo a partes iguales. Me dio aquello que pensar.

Y qué es lo que frena a este mundo, pensé yo. Y en resumen lo que frena el mundo de cada cual es un conservadurismo tallado en mármol que tenemos cada uno en un cajón de nuestras vidas y que nos lastra para que cada día automaticemos nuestros movimientos, nuestros sentimientos y nuestros pensamientos. Cuando en realidad aquello por lo que vivimos y a lo que nos aferramos no es más que algo que un día cambió nuestras vidas.

Me gustan los cambios y me gusta conservar lo que un día me cambió, me gusta ver como lo que me cambió evoluciona conmigo o sin mí, y me disgusta sobremanera que la barrera a descubrir algo, sin dar una oportunidad al elemento novedoso en la ecuación, sea un frío, triste y cobarde "yo qué sé" o un bastardo "porque no". Porque el día que saltaste esa barrera te cambió la vida, te hiciste más fuerte o en el peor de los casos, aprendiste algo.

Me gustan los cambios y descubrir cosas nuevas, aunque me vea aquí escuchando heavy metal de la vieja escuela y ahora mismo me cueste creer que cualquier tiempo pasado fue peor.


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