Según Internet, el autobús debe pasar por el pueblo a en punto y a y media. Según el cartelón de la parada, pasa a y cuarto. Pero lo cierto y verdad es que pasa cuando le sale de los cojones y a mí me tuvo 45' esperando.
Eso es lo que hay (en este pueblo, en esta comunidad, en este país)
Había quedado con un blablacar en la capital, al que informé que iba a llegar 5-10' tarde. Iría corriendo desde la estación hasta su trabajo o nos veríamos en un punto intermedio, le iría informando. Y él, sin atender a oportunidades, razones ni motivos de mi viaje, me dijo que no me esperaba, que otra vez sería.
La gente es así, de gilipoyas o de antiempática, como se quiera llamar.
Y la única opción, fue llegar a una estación de autobuses y, armado con botas de invierno, doble calcetín, vaqueros, camisa gorda, jersey gordo, chubasquero y macuto grande, correr hasta la otra estación de autobuses y recorrer un trayecto de 35' en 18, para para llegar a tiempo de coger otro autobús que me llevara a mi destino: mi niña.
Eso es lo que hay, eso es ser padre, y eso era sudar.
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