Somos mucho de criticar y presumir.
Disparamos a cualquier cosa que se mueva sin atender a circunstancias, logros previos o recursos empleados.
Y nos colgamos medallas por cualquier chuminá.
En tiempos en los que era montador de exposiciones y museos o platós de televisión, tuve el honor de ver en concierto a AC/DC y todo lo que había montado detrás y comprender que lo que yo hacía se podía asemejar a una meada en las cataratas del Niagara.
Misma sensación puede suponer cuando vestido de futbolista golpeo una pelota y recuerdo haber visto en directo a algunos de mis criticados ídolos, o cuando día a día abro las puertas de un negocio en el que por momentos me autoengaño sintiéndome bueno cuando lo único que he hecho es empezar a gatear y me queda tanto que aprender que una vez que me freno y me siento un rato a afilar el hacha, me da coraje haber sido yo.
Hace unos días conduje por primera vez un kart y, sin ser una tortuga, me sentí veloz como un rayo, volando a ras de suelo olvidando por momentos que había un mañana. Y cuando puse pie a tierra no pensé en que había sido medalla de bronce, sino en que hay tipos que cada quince días pasan 6 veces más rápido que yo por curvas más peligrosas y tocando mil botones en el volante, con el único fin de entretenerme a mí y a unos pocos más.
No somos nadie.
Nos creemos mierda y no llegamos ni a pedo.
Pero presumimos lo que no somos, y criticamos lo que otros son.
Disparamos a cualquier cosa que se mueva sin atender a circunstancias, logros previos o recursos empleados.
Y nos colgamos medallas por cualquier chuminá.
En tiempos en los que era montador de exposiciones y museos o platós de televisión, tuve el honor de ver en concierto a AC/DC y todo lo que había montado detrás y comprender que lo que yo hacía se podía asemejar a una meada en las cataratas del Niagara.
Misma sensación puede suponer cuando vestido de futbolista golpeo una pelota y recuerdo haber visto en directo a algunos de mis criticados ídolos, o cuando día a día abro las puertas de un negocio en el que por momentos me autoengaño sintiéndome bueno cuando lo único que he hecho es empezar a gatear y me queda tanto que aprender que una vez que me freno y me siento un rato a afilar el hacha, me da coraje haber sido yo.
Hace unos días conduje por primera vez un kart y, sin ser una tortuga, me sentí veloz como un rayo, volando a ras de suelo olvidando por momentos que había un mañana. Y cuando puse pie a tierra no pensé en que había sido medalla de bronce, sino en que hay tipos que cada quince días pasan 6 veces más rápido que yo por curvas más peligrosas y tocando mil botones en el volante, con el único fin de entretenerme a mí y a unos pocos más.
No somos nadie.
Nos creemos mierda y no llegamos ni a pedo.
Pero presumimos lo que no somos, y criticamos lo que otros son.
Salud, Fuerza y Vigor.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Lee. Escucha. Escupe.